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Vuelta al Cole 2020

La vuelta al colegio en otoño va a suponer un reto de enorme magnitud para los sistemas educativos de todo el hemisferio norte. El nivel de incertidumbre respecto a las características y comportamiento del Covid-19 es todavía muy elevado. La asimetría de los rebrotes, también. La dependencia de los mismos de los usos y costumbres sociales parece evidente.

Parece también claro que, en España, tanto a nivel de Gobierno Central como de Comunidades Autónomas existe un elevado nivel de desconcierto y descoordinación respecto a lo que va a pasar con la vuelta a la escuela. 

El problema que se nos presenta es un claro problema de innovación: una organización (el Sistema Educativo en su conjunto) se enfrenta a un repentino cambio en las variables de entorno. De hecho, no es “repentino”: hemos tenido seis meses para planificar escenarios y proponer soluciones. 

¿Cómo podríamos aplicar una aproximación más efectiva en este caso? Hubiéramos, por supuesto, utilizado metodologías de innovación. La innovación no es un arte. Es ciencia y disciplina organizativa. La solución de problemas de innovación es un trabajo riguroso y sistemático, que parte de la investigación, de la observación, de la creatividad y de la selección objetiva de oportunidades. Se precisa combinar la divergencia (pensamiento creativo y libre) y la convergencia (propuesta de soluciones operativas a problemas concretos) en el proceso. 

En este caso, un experto en innovación hubiera estructurado un proceso encaminado a entender la situación, empatizar con los actores implicados, identificar buenas prácticas, acotar los retos y focos de trabajo claves, definir vías de trabajo, aplicar creatividad para generar alternativas, cribarlas y pilotar las mejores para acabar implantando las que han demostrado ser efectivas. Un proceso que, de empezar en mayo o junio, ahora estaría terminado. 

Además, un consultor de innovación hubiera sugerido la creación de grupos de trabajo independientes (grupos de innovación) que trabajen en paralelo buscando soluciones. Imaginemos que un Ministerio, o CCAA, hubiera creado, por ejemplo, 3 equipos de 10 personas, trabajando en paralelo, a tiempo completo, con un objetivo: tenerlo todo preparado para hacer viable la apertura de los colegios el próximo 14 de septiembre. 

Primero hubieran fijado bien el problema, las limitaciones del reto y el contexto y tipo de educación sobre la que queremos actuar. Una vez fijado el marco de inicio, durante los primeros días, esos equipos deberían rastrear, compilar y comparar las mejores prácticas internacionales (no reinventemos la rueda: ¿qué están haciendo en otros países?). Es interesante ver qué están haciendo países como Corea del Sur, UK, Finlandia o Dinamarca. O los escenarios que algunos países ya manejan o las propuestas de algunas instituciones. En paralelo dedicarían tiempo a mapear y entender el ecosistema de los actores que interviene en un tema tan amplio y complejo como este: alumnos, padres, profesores, personal de apoyo, proveedores de servicios (comedor, transporte, actividades extraescolares, material educativo…) o médicos. Es necesario segmentarlos y entender sus problemas ante la nueva realidad. No es lo mismo la educación de los más pequeños y el rol de los distintos actores como son los niños, educadores, padres, madres … que la formación de los adolescentes. Podemos empatizar con cada segmento mediante diferentes metodologías -por ejemplo, las madres, como en este artículo sobre la perspectiva de una madre en Corea del Sur– de investigación de mercados como los focus group, etnografía… para obtener un mapa preciso de su “journey” (las tareas de su “viaje” para ir y asistir al colegio) detectando los problemas, vivencias y necesidades claves. Hay que entender la experiencia y vivencia de cada usuario. Todo este trabajo nos dará unos “insights” de mucho valor.

Después, con toda esta información debidamente ordenada y agrupada, los equipos deberían determinar los focos estratégicos de trabajo. Por ejemplo: accesos (qué proceso deben seguir los niños/as al acceder), hábitos (por ejemplo: uso de mascarilla, lavado de manos), espacios (cómo se deben reconfigurar, qué necesidades accesorias existen, cómo mantener las distancias), protocolos (qué hacer cuando alguien muestra síntomas, o se detecta un positivo), profesores (cómo reconfigurar sus cargas de trabajo, cómo deben actuar, qué protecciones deben tener), programas (¿se modifican los currículums didácticos? ¿se minimizan las clases presenciales?), recursos accesorios (¿polideportivos, teatros, individuos inmunes voluntarios para apoyar el proceso?) 

Una vez determinados los focos estratégicos, se deberían realizar ejercicios creativos. Para ello, es interesante trabajar con grupos multidisciplinares (por ejemplo, profesionales de la educación, pero también ingenieros, arquitectos, médicos, emprendedores, psicólogos, artistas, padres, alumnos…) y co-crear. Habríamos sumado enfoques cognitivos que permitirán a los equipos innovar de una forma ágil y colaborativa, poniendo a los usuarios y actores clave en el centro de la solución -desde sus necesidades-. Hubiéramos trabajado en técnicas de creatividad colectiva (construir sobre las ideas de otros). Nunca es bueno trabajar sólo con insiders (posiblemente, los profesores son los más afectados, pero pueden ofrecer mejores soluciones out-of-the-box colaborando con otros actores y expertos). ¿Qué tal reservar espacios de confinamiento internos, en las escuelas, para impartir clases a los asintomáticos, con profesores que hayan desarrollado anticuerpos? ¿Qué tal hacerlo en lugares concentrados, por ejemplo, por barrios? ¿Qué tal poner a disposición otros equipamientos municipales? ¿Qué tal trabajar con método de “burbuja”, asegurando que cada niño tiene contacto sólo con una “burbuja” limitada de otros niños -cinco, por ejemplo-, con espacios preparados para ello? ¿Es necesaria tecnología suplementaria para trazar los contactos? 

Además, este proceso nos hubiera permitido convertir el reto de la Covid19 en una oportunidad para repensar el modelo educativo. ¿El coronavirus puede ser una oportunidad de tener un sistema educativo más flexible, más cercano a las necesidades socioeconómicas y más efectivo? No se trata sólo de volver al colegio, se trata de aprender de otra manera y aprovechar lo que estamos viviendo. ¿Podemos repensar los métodos pedagógicos y los espacios, los tiempos, los actores, los medios y hacer de la educación algo más experiencial, más empático, menos estático y jerarquizado? ¿Por qué siempre hay que estar en un lugar delimitado? ¿Se pueden repensar nuevos espacios como parques, museos, centros cívicos…? ¿Incluso el domicilio particular agrupando grupos burbuja y desplazando al profesor? ¿Podemos pensar en aprovechar alumnos de bachillerato para ayudar a reforzar a los profesores? ¿Podemos vincular la covid19 con las diferentes materias como biología (la estructura del virus), sociología (el impacto de la pandemia, cómo afecta la crisis a la economía), matemáticas (cómo se calcula la expansión del virus) … y acercar la enseñanza a lo cotidiano? ¿Podemos hacer que los alumnos se motiven más por lo que tienen que estudiar y entiendan su utilidad? A veces una buena crisis ayuda a reinventarse para seguir avanzando.

Hubiéramos pedido a los equipos una cartera suficientemente amplia de ideas. Ideas de benchmark (qué hacen otros países), ideas de los propios equipos e ideas de outsiders. Las hubiéramos filtrado y hubiéramos escogido las mejores. Por ejemplo, 100 ideas por equipo. Las hubiéramos prototipado y testado, refinado y evolucionado, para retener las mejores y más viables. Con ellas, hubiéramos elaborado un protocolo completo y prototipo de trabajo: el formato de la escuela en la era Covid. Lo que, en innovación, llamamos el “diseño dominante”, o aquél preparado para los nuevos tiempos. 

La vuelta al cole 2020, en estas condiciones, es un problema complejo. Pero en innovación y en management, sabemos cómo abordar metodológicamente un problema complejo. ¿Acaso no es complejo lanzar un nuevo modelo de vehículo en una fecha determinada? ¿O lanzar un cohete al espacio? ¿O diseñar una central nuclear? Los humanos hemos abordado proyectos y objetivos mucho más complejos y exigentes. Y lo hemos hecho bien. Eso sí, lo hemos hecho desde la metodología y la profesionalidad.

 

Xavier Ferras y Equipo Connociam

 


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