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Un clúster es una concentración geográfica de empresas y agentes relacionados que cooperan y compiten en un mismo segmento de la economía. El concepto fue acuñado por Michael Porter, profesor de Harvard y uno de los padres de la escuela moderna de estrategia.

Las economías están clusterizadas. Aproximadamente el 50% del PIB norteamericano, por ejemplo, se produce en algunos clústers perfectamente localizados: Silicon Valley (quizá el clúster más famoso del mundo, especializado en la cadena de valor electrónica, desde los seminconductores a internet), Massachussets (biotecnología), Michigan (automoción), Seattle (aeronáutica o software), Arizona (óptica y fotónica). No compiten las economías nacionales, ni siquiera las empresas individuales. Compiten los clústeres, que actúan como catapultas para proyectar de forma acelerada las empresas al escenario de competición global.

Un clúster es una realidad económica preexistente, formada por una masa crítica de empresas que presenta comunalidades (factores comunes) que permiten abordar un trabajo conjunto para reforzar su competitividad. Dichos factores comunes pueden ser el compartir la misma o diferentes posiciones en una cadena de valor (ejemplo: automoción); compartir el modelo de negocio o el cliente final (ejemplo: retailing); o basarse en el mismo conjunto de tecnologías y habilidades aun operando en diferentes cadenas de valor y/o trabajando para diferentes mercados (ejemplo: inteligencia artificial). Una iniciativa de clúster es la secuencia de actividades emprendidas para reforzar la competitividad del conjunto de empresas que conforman el clúster. Dicha iniciativa puede estar liderada por integrantes del clúster, y/o por instituciones públicas. El clúster es una unidad de análisis idónea para desarrollar políticas de innovación y competitividad. Dicha iniciativa puede concluir (o no) en la creación de una asociación-clúster (entidad legal que representa los intereses del clúster)

En el seno de los clústeres operan fuerzas económicas positivas, que tienden a inducir dinámicas de crecimiento basadas en innovación.

 

En primer lugar, en el clúster se da una fuerza de atracción (el talento atrae más talento, los centros de I+D atraen manufactura avanzada, la actividad emprendedora atrae fondos financieros, los fabricantes atraen proveedores especializados, que atraerán más fabricantes; y todo ello genera un ecosistema atractivo para atraer inversión y nuevas empresas). Existe también una fuerza de información (la información sobre tecnologías, oportunidades y proyectos fluye formal e informalmente en el seno del clúster). Una fuerza de interacción (a mayor masa crítica y número de agentes, más posibilidad de interacciones entre ellos, y más confianza creada y más proyectos cooperativos). Una fuerza de rivalidad (competir en la proximidad genera un estímulo psicológico positivo e inyecta una mayor presión estratégica para innovar), y, finalmente, una fuerza de anticipación (el trabajo cooperativo, la presencia de clientes sofisticados, y la acción de las administraciones -con apoyos a la I+D, por ejemplo-) facilita la detección de tendencias de futuro, el desarrollo de nuevas tecnologías y modelos de negocio, y el trabajo de prospectiva estratégica en el seno del clúster.

Las iniciativas de refuerzo de la competitividad en clústers son múltiples, y dependerán de la tipología del clúster, de su ciclo de vida, y del análisis estratégico del mismo. Pero, entre ellas, podríamos destacar:

  • La aceleración del cambio estratégico: Los trabajos de estrategia de clúster permiten determinar los cambios de modelo de negocio en ciernes, y las nuevas oportunidades estratégicas (quizá pivotando hacia otros sectores de mayor crecimiento).
  • La aceleración del cambio tecnológico: El clúster es el ecosistema idóneo para el planteamiento de proyectos de I+D cooperativos, de elevada masa crítica y tendentes a reforzar las tecnologías clave de futuro (tecnologías habilitadoras, desde la inteligencia artificial hasta los nuevos materiales, pasando por la internet de las cosas o la supercomputación). El Fondo de Recuperación Next Generation EU se enfocará, sin duda, al impulso a la I+D en esas tecnologías habilitadoras. Y uno de los canales de transmisión natural de esos fondos deben ser los clústeres
  • La aceleración de la transformación digital: Según McKinsey, el 70% de los proyectos de transformación digital fracasan. De hecho, no existe una metodología contrastada para la famosa “transformación digital”. No podemos tomarnos una pastilla y “transformarnos” en empresas digitales. La transformación es un proceso de coevolución y absorción tecnológica a medida que emergen nuevas tecnologías de naturaleza digital. Una correcta transformación pasaría por un trabajo de mejora sobre los procesos preexistentes, incrementando su intensidad digital (coevolución); una redefinición de modelos de negocio (reinvención), y una conexión a un ecosistema digital. Nada mejor que el entorno clúster para abordar de forma agregada dicho proceso de transformación, diseñar el ecosistema digital, e interlocutar con grandes players digitales con capacidad de diálogo estratégico y de obtención de economías de escala
  • Innovación abierta y emprendimiento corporativo: Cuando el desarrollo de incubadoras y aceleradoras corporativas se convierte en moda, el clúster se convierte en el entorno idóneo para abordar de forma agregada la detección de nuevas oportunidades emprendedoras mediante procesos como el screening sistemático de startups, la prospectiva estratégica de nuevas oportunidades de negocio emergentes, y la puesta en común de dicha información. Los procesos de innovación abierta y de emprendimiento corporativo (prospectiva, foros de emprendimiento, contacto con posibles partners, acuerdos de participación o inversión, aceleración de las oportunidades) se pueden ofrecer como servicio desde la estructura de clúster (“Corporate Venturing as a Service”).

Las nuevas necesidades de innovación, y la aceleración del cambio tecnológico están abriendo grandes oportunidades para el incremento de la competitividad de los clústeres.

A las tradicionales funciones de apoyo a la internacionalización, interlocución con las administraciones, y diseño de formación especializada, se suman ahora posibilidades de estructuración de la I+D, transformación digital, innovación abierta y emprendimiento corporativo, entre otras.

 

Todas ellas, líneas de actuación estratégica de los clústers, y de proyección de sus integrantes hacia el futuro. Como dice Joan Martí, autor del libro Clústers: Estrategias Ganadoras y Trabajo en Equipo, los clústeres son grandes escuelas de estrategia y de generación de confianza empresarial. También son las plataformas naturales de innovación de sus integrantes.

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